Otra vez lo incognoscible escurriéndose en tus pestañas. Y la mano asustadiza que desvía mi arrebato de felicidad. Tu mano asustadiza que desdibuja mi omnipotencia. Y yo que creía que tu boca era una extensión de mis ojos, que lo cóncavo de la línea labio combinaba con lo convexo de mis párpados. Sin embargo, tus manos.Tambiénlas yemas de tus dedos.Aunque, esas cosquillas: sí, risa incontenible que puebla tus rodillas y trasmuta en vértigo en ese hueso de tu cadera.Entonceslas palabras tan mortíferas como innecesariamente necesarias.Despuésexhalo, porque el silencio se hizo testigo.Mientras, tu mirada dibujando meridianos en estos territorios ambiguos.