Carta abierta a la Conciencia


...A vos que existís o no, pero te estoy dando entidad. A vos que estás tripartita, escindida entre las escaramuzas de lo que soy, lo que debería ser y el Ser que anhelo. O que tal vez sólo estés, voluminosa y maleable, perdida en mi mente --si acaso podemos ubicarla en mi cabeza--.
...Señora de mis voluntades y pensamientos, a vos te escribo: para condenarte a continuar tu existencia eternamente en mis palabras. Para culparte de mis impulsos más atroces por dominarte. Para agradecerte el reparo al criticarme y el descuido de haberme engendrado.
...Actriz de mis irresponsabilidad y de mis genialidades de madrugada --que mágicamente olvidaré en la mañana--.
...A vos, torturadora gota de agua helada: te reprocho haber erosionado mi memoria obligándome a repetir mis errores... Malicia que disfrutás cuando me ves ahí, siendo margarita para tantos chanchos.
...Dama guardiana de mis desvelos, palabra atrevida que se escapa a destiempo, refugio frágilmente construido... ¡Gracias!
Conciencia enajenada, conciencia de clase, inconciencia desmedida (como si acaso pueda Ser sin vos)
...Entre resentimientos, sinsabores, gloria apretada entre los dientes, mordisqueada y deglutida... Parada con mi escarbadiente me defiendo de tus arrebatos de inspiración, acompañada de los muertos de miedo que se perdieron en tu umbral.



Obligadamente tuya,

Yo. (O al menos uno de Ellos)








De la piel y otros yuyos

....Entre aquel paladar agourmetado, exquisito de otras lenguas más fértiles, se retorcía con las ganas a flor de piel. Y ya se quedaba sin fuerzas, extenuada de tanta fantasía incomprensible, cuando él arremetió prudente con el temor del que se hizo responsable. Batalla irreconciliable de la semiótica de esos cuerpos, que comparecían como testigos de discursos prehistóricos que los habitaban. Luchaban por un poder tan estúpido como necesario, una contienda circular por la posesión de las armas: un rato cada uno, llegando al límite de los sabores. Iban apasibles desnudándose los tormentos, acompasándose los placeres, trasmutándose los deseos. "Yo quisiera..." dijo, pero de quereres se le habían poblado los ojos. Cuencas secas, regaladas a los antojos de las manos de aquél. Y, sin embargo, era la danza destinada a complacerlos. Un plural tan heterogéneo como unido. En la comunión desigual, igual, simultánea de sus latidos estaba la magia; "llenémoslo todo de silencios parlanchines" le replicó él. Giró y retomó el camino, hacia ese lugar que es principio y final.



......................................Ella floreció adormecida entre los abrazos contenidos, entre los suspiros furtivos, entre los sustantivos perdidos. Él se deshizo entre las mieles de una boca adoctrinada, entre los susurros y adioses repetidos, entre las ganas de sueños cumplidos.

· Lapsus ·

Otra vez pensaba en dejar de pensar. La tele reproducía imágenes sin brillo. El ruido no sólo interfería con sus pensamientos: el aire se llenaba de vibraciones imperceptibles e idénticas. Los instantes mutaban en años que se desprendían de la conciencia. Se acordó -en un lapsus de intimidad- de esos ojos oscuros, del resplandor de sus cinco sentidos en la piel de aquél que no podía nombrar. Después bendijo la lluvia que golpeaba en la ventana y la hacía entrar y salir de imágenes color sepia, a veces blanco y negro, y sólo excepcionalmente technicolor (sobre todo cuando aparecía frente a ella la inmensidad de su sonrisa). ¿Cuántos meses podían caber en 30 días? Tal vez la respuesta fuese: sólo un día. Ahora el sábado le parecía un momento remoto y en el medio un tramo de hojas secas y tardes de otoño. La sucesión de colores en su cabeza se violentaba al ritmo que la lluvia se volvía tormenta. ¿Acaso se podía resucitar en cada suspiro después de morir abrazando recuerdos? ¿Cuántos insomnios hacen falta para desaparecer las ganas? Un bostezo le trajo esperanza y disolvió el resto en un mate demasiado frío. Tal vez la irrealidad de conciliar el sueño podía dejar de ser una utopía. O tal vez todavía faltaran más cigarrillos y canciones.



Entonces volvían los ojos que miraban detrás de las máscaras,
las manos que desnudaban sus mentiras:

pasados latentes que tampoco podían dormir.
Pitó una vez más dejándose elevar por el humo,
se acomodó en la silla
y se resignó a que la noche estuviera de ojos abiertos.
En una esquina de tu boca me dejé estrellar.





Quiero besar nuevamente el espacio entre tu boca y tu nariz.
Quiero encontrarme en tus ojos a la hora menos pensada.
Quiero acurrucarme entre tu respiración entrecortada.
Quiero quererte.
Nada más.







Como me haces hablar en el silencio

Callar en tu silencio,
como si fuera un invento la magia.

Caer en las dicotomías del cuento
que ya no me ayuda a dormir...

Estremecerse con el susurro
que anuncia lo previsible.

Mentir a luz de una lamparita
que se quedó sin interruptor.

Ver cómo las caras se esfuman
entre el ruido de los recuerdos.





Como en la lista del supermercado, iba tachando posibilidades mientras miraba pasar ovejitas (negras) que la llevaran con Morfeo. Inutilmente trataría de contabilizar las luciérnagas que habitaban en su cama, ya sabía el resultado: UNA. (Lamparita que se quedó sin interruptor). Fantasía inmejorable, alegoría de su fragilidad. Y le llega el mediodía en plena oscuridad buscando las ganas entre la razón. Perdida entre las comas de una oración unimembre, se quedó dormida finalmente.