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Un silbido
De sílabas zigzagueantes
Que se pelean por anteponerse
Al destino sonoro que las enmarca.


Ritual pecaminoso
Lleva tu nombre,
Que lleva mucho más que tus letras…
Se lleva los ritmos acompasados

De tus ojos.

Significados móviles
Menudos y mundanos
Que encierran felicidades
Y vomitan sus fracasos putrefactos.

Abstracción de un empirismo inevitable…
Te llamo entre sonidos huecos
Que se quejan en mi garganta

Se materializa –ante mí–
Tu boca
Y decime si esto no lo vivimos ya
¿Acaso no estrellamos nuestras naves
Un diciembre?
Un diciembre borracho de lunas inquietas
Donde hicimos manifiestos inescrupulosos
Y nos volvimos hormigas que se fueron de juerga.

Sexo


Ella tan etérea que apabulla, tan sólida que marea, se le acerca. Él la mira de lejos sabiéndola temible, jugosa, carnal... puro espíritu. Dos cuerpos estrellándose estrepitósamente desparramando colores. Y las letras de una palabra que no se pronuncia, las letras de una palabra que se come. Los molares de una boca acariciada por una lengua, lengua que se relame en el néctar mismo de su placer. Y el dedo, junto con aquel oblicuo rayo inerte que tajea la piel, dibujan figuras -ya muertas- de un pasado atemporal, de un presente histórico. Dibujan, otorgan perdurabilidad al impaz sostenido en sol mayor. Sol revuelto en melazas de un cielo a la interperie Ella tan jugosa que ahoga los paladares Él tan impetuoso que arremete contra los mares. Un recorte de un cuerpo entremezclado con los restos de otro cuerpo bendito. Se pierde la importancia pero se gana en precisión. Sólo un recorte de un cuerpo sin importancia la precisión de ubicarlo en lo cóncavo de su convexo. Magia irrevente jugando a la escondida a la hora de la siesta.

.Desvariando.

Todos los días se sucedían entre los suspiros de su intelecto. Eran un continuo de ideas que se entremezclaban en colores y olores. Primeridades impregnadas en su nariz, en sus retinas, atravesadas entre los huesos y los músculos de su cuerpo. Un jaque mate a su razón. Razón no absoluta, no imparcial, no objetiva... una razón descaradamente pasional. ¿Acaso puede haber algún otro tipo de razón que la que se siente latir dentro?
Sin valor de cambio, todo el uso que poseía lo absorbió el tiempo. Alejado de los rieles que lo lleven por las vías de la rectitud, abandonado a los placeres de la cotidianeidad. ¿Virtud? No quiero hablar de Nieztche. No era un superhombre, pero mucho menos una infradotado fisiológico. Dos segundos sin tic tac y una cortada. Calle sin salida a la vida, se estrella contra la estación del tren fantasma que lo lleve a la cueva de Platón a encontrarse con sólo sombras.
Desvarío permanente de los que mucho abarcan pero poco aprietan, de mentes intelectualmente supérfluas que agonizan en mentiras. Mejor dame una pala que te armo un castillo, de naipes y ladrillo a la vista. Prefiero imperfecciones que raya al medio y tiradores. Empaparme en esta piara a vivir entre las rosas, que bastante espinas tienen.