Monoliso en Primavera

Colaborando con mis desperfectos, con mis desequilibrios, me dijiste: Te quiero. Y ahí nomás empezaron a girar las ansias de la mano con tus ojos. Daban vueltas los pretextos que inventábamos para mirarnos, exigían revancha los besos que nos guardábamos. La fotosíntesis de todo eso que callamos iba dando resultado en un menjunje de manos y bocas. Ahora iban cobrando protagonismo los minutos que esperaron mucho para llegar: un tiempo mítico que se suspendía entre la universalidad y la contingencia de ese Allí Mismo. Cuánto goce apretujado que encontraba el perfecto punto de fuga, ese huequito ciego entre tu respiración y la mía.



Llegó el tiempo de inventarle sonrisas de primavera al Monoliso para embellecer la mirada de esta amante perdida y anclada en esos ojos de mieles tan dulces.




Insomnio Pluvial








Ya no es tiempo de certezas: ahora hay que aprender a pilotear en las penumbras. Toda esta vulnerabilidad de elegir entre sinónimos, caminos parecidos pero no iguales. Es que en la sinonimia de la vida, Dios está en los detalles. Esas sutiles muestras de identidad, eso que vuelve a Esto un No-Aquello, pero aún así hace que se vean bastante similares.

Se me pegó la lengua al paladar por evitar decirte lo importante, eso otro: que traigo a cuestas el olor a madrugada cargada de lluvia. Hace tiempo que quiero compartirte mi insomnio pluvial. Ya lo sé, el tiempo se construye de costos de oportunidad también. Todos esos minutos que usé explicándote lo inevitable de quererte en vez de callarme en tu perfume de tierra mojada.
Este uno más uno ya va queriendo ser un dos, un nosotros. Dos Uno Mismo entremezclados. Tanta matemática para contarte lo que ya sabés, ¡que trillada estoy! Tendría que quemar las hojas de los cuadernos que quedan por escribir... Es más, mirá: ahí están las hormigas haciendo fila relamiéndose con la miel que desprenden las cenizas. ¡Qué estupidez!



¿Adónde se habrá fugado mi inspiración? Creo que se quedó en tu cuello.

Prima Vera

¿Y ahora qué? Ahora que te llegó la primavera, nena, ¿qué vas a hacer?





Esperar: esperar el verano. O escaparme con Vos

Uno más uno (II)

-No sé, no puedo. Creo que abandono las pistas.-
-¿Por? A veces pasa. No empieces con los traumas de mediodía.-
-Fatídicos insomnios de las tres y veinte de la tarde.-
-Uf, ahora entiendo por qué colgar los guantes.-
-¿Ves? Y eso que todavía no intenté uno de corrido.-
-¿Te llamó? Dijo que te tocaba después de este que salió.-
-No, dijo otro nombre. Estoy cada día más lingüista, soy un asco.-
-Es un fetiche raro el tuyo. Seguro que sos de las que les gusta que le hablen cuando se la garchan.-
-Obvio. Me seduce una frase mucho más que una pija.-
-Ni en pedo. Que se calle y labure, prefiero el mudismo.-
-Para eso voy a ver un show de mimos que garchan.-
-Sería buenísimo, ¿existirá?-
-No sé, pero podemos averiguar.-
-Dale y vamos. Vos sos la que conoce esos antros donde pueden pasar estas cosas.-
-Te toca, dale. Yo llamo a mi amigo, seguro que nos tira una data.-


Alucinaciones de madrugada. Border, otra vez. Síndrome de personalidades múltiples que juega a ser vampiro. Y yo sin un sólo diente de ajo para defenderme. Embestidas que me arrancan de este estado de anestesia localizada, de esta artritis sofocante, de este limbo oscurecido.

Morfeo juega a las escondidas y Cerbero mueve la cola desde el inframundo esperando que me distraiga. Tic-tac, tic-tac. Pasan segundos que nacieron muertos. La eternidad puede ser demasiado efímera.

Entonces ella dijo, yo dije, él replicó... Era demasiado tarde para entender que estaba todo en mi cabeza. Los espejismos pueden ser demasiado reales si andás buscando un oasis. Y las incoherencias abundan entre mis fronteras, permeables compuertas que amalgaman yoes insatisfechos. Les abren las puertas para ir a jugar.


The neverending story y me quedé sin comer perdices.

Picando fino

La luna viene tirando anzuelos y ya piqué. Traigo los dientes afilados a cuestas, adornando cicatrices que supuran desconfianza. Me quedé ciega de llorar viendo la vaca. Hay demasiado lobo apestando a naftalina y yo que ando como caperucita apolillada. Falso cordero enmascarado seduciendo sabuesos. Y ese galgo ya percibió el miedo en mi nariz; liebre renga que se deja comer. Naturaleza muerta en carnes andantes. Traé la caña que el mar está revuelto.




.·. sábado azul .·.







Quisiera poder despegarme de los ecos de esa voz,
de cadenas que apretan el pecho y no me dejan respirar.
Quisiera entender el cliché que repito hasta el hartazgo
para poder abandonar el ridículo de mi soledad.
Es que entre el sinsentido y el sentido sin mí
se dibuja una línea cada más transparente.
Tal vez la guillotina no me mate los pensamientos,
quizás las máscaras cubren la lepra de mi inconciente:
todo eso más allá de los sentidos
todo eso que es el vórtice de lo prohibido.
Fascinación con lo intangible
entre los surcos de mis pupilas.
Tanta literatura de autoayuda
consumiéndome las carnes,
entorpeciéndome las dudas.
Otra vez un sábado azul,
- no de la realeza -
Otra vez se me destiñeron los labios.
Y hay un amarillo que pulula
entre los ríos de susurros
que se acumulan en mis oídos.
Amarillo y no verde
porque la esperanza la llevo intacta.
Nuevamente no tengo el final,
estoy en la esquina de una cortada,
estoy esperando una mañana.
Estas palabras que no me completan,
estas ideas inacabadas de mí,
esta censura de no caer en el lugar del que nunca salí.
Es como escribir pero sin el Otro,
sin el Ego siempre acechando las tempestades.
Lástima de mí que soy incapaz de (no) sentir.
Eso y dejar de buscar excusas para quedarme.
¿En dónde?
Acá, al costado de todo sólo por Cobarde.

Uno más uno


¿Ahí?
No, ahí.

¿Dónde?
Ahí, entre medio de estas dos.

Ah, ¿Así?
Sí, así me gusta. ¿Y a vos?

No.
No seas aburrido.

No puedo ser payaso todo el tiempo.
No, pero podés serlo ahora.

¿Por qué?
Ya pasaste esa edad.

El día que haya terminado me vas a estar llevando flores.
O no. Por ahí estoy al lado.

Yo soy como los gatos, muero de curiosidad.
Sería divertido un payaso disfrazado de gato.

Más divertido sería un gato disfrazado de payaso.
Cierto. Dale, te toca a vos.

Bueno.
¿Ahí?

Sí.
Me la hiciste fácil. ¡Así no vale!

Hoy tengo ganas de perder. Así te gano

Nota al pie

Todo este día fue una gran nota mental
que se dibujaba y desdibujaba como en un caleidoscopio.
(1)



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(1) A veces pienso que nos conocemos desde hace tiempo. Una longevidad que nunca acaba de estrenarse, un perpetuo comienzo. Y otras veces me parecés una eternidad esquiva, una sábana blanca infinita e inmaculada. Un eco de otra cosa, perfumes de otros. Y me quedé pensando en “descender”, que es “bajar”, que es Morelli, que es Cortázar, que es el cíclope, que sos vos. Y creo que ahí está la clave para entender todo esto que (no) nos pasa: para mí es demasiado “descender” y para vos es todo “bajar”. Igual, vos eras el cíclope. Ahora ya no. El cíclope como una verdad perfecta y acabada, circular, que se retroalimenta –mi vieja el otro día hablaba de eso y buscaba en internet sobre esas cosas que son autorreferenciales, como un eterno viaje a sí mismo para explicarse continuamente. Era una sola palabra, el poder de síntesis. Pero a mí se me olvidó–. ¿Será que siempre los nombres cambian las realidades? ¿Será que ayer eras cíclope y hoy sólo espuma? Puedo nombrarte de muchas maneras, lo que no puedo es no nombrarte. Esa obstinación de aferrarme a un recuerdo para evitar una realidad que ya se hizo hueso, ni siquiera carne. Ni siquiera carne.

Y ahora entiendo que no puedo negarme, separarme, diluirme sin perderte. Aunque pensándolo bien primero debería haberte tenido. ¿Debería? ¿Es un deber incumplido el no haberte tenido? Deber de obedecer a la Razón y dejar de pintar Rayuela(s). Deber de que no debería haber caído en la tentación de desear tenerte, siquiera.

Todo esto es porque viajo en colectivo y las notas mentales son traicioneras y te asaltan desprevenida, justo cuando ves por la ventana cómo esa chica de la plaza se atreve a decirle que no al pibe que la acompaña. Justo cuando pasando por el cementerio te das cuenta que todos estamos un poco muertos y lo ridículo de llevar flores a una tumba. Y de repente la certeza de saber que ya no puedo pensarte. No debo. Y al final le soy desobediente a mi propia certeza porque caigo en lo inevitable de recordarte.

Carta abierta a la Conciencia


...A vos que existís o no, pero te estoy dando entidad. A vos que estás tripartita, escindida entre las escaramuzas de lo que soy, lo que debería ser y el Ser que anhelo. O que tal vez sólo estés, voluminosa y maleable, perdida en mi mente --si acaso podemos ubicarla en mi cabeza--.
...Señora de mis voluntades y pensamientos, a vos te escribo: para condenarte a continuar tu existencia eternamente en mis palabras. Para culparte de mis impulsos más atroces por dominarte. Para agradecerte el reparo al criticarme y el descuido de haberme engendrado.
...Actriz de mis irresponsabilidad y de mis genialidades de madrugada --que mágicamente olvidaré en la mañana--.
...A vos, torturadora gota de agua helada: te reprocho haber erosionado mi memoria obligándome a repetir mis errores... Malicia que disfrutás cuando me ves ahí, siendo margarita para tantos chanchos.
...Dama guardiana de mis desvelos, palabra atrevida que se escapa a destiempo, refugio frágilmente construido... ¡Gracias!
Conciencia enajenada, conciencia de clase, inconciencia desmedida (como si acaso pueda Ser sin vos)
...Entre resentimientos, sinsabores, gloria apretada entre los dientes, mordisqueada y deglutida... Parada con mi escarbadiente me defiendo de tus arrebatos de inspiración, acompañada de los muertos de miedo que se perdieron en tu umbral.



Obligadamente tuya,

Yo. (O al menos uno de Ellos)








De la piel y otros yuyos

....Entre aquel paladar agourmetado, exquisito de otras lenguas más fértiles, se retorcía con las ganas a flor de piel. Y ya se quedaba sin fuerzas, extenuada de tanta fantasía incomprensible, cuando él arremetió prudente con el temor del que se hizo responsable. Batalla irreconciliable de la semiótica de esos cuerpos, que comparecían como testigos de discursos prehistóricos que los habitaban. Luchaban por un poder tan estúpido como necesario, una contienda circular por la posesión de las armas: un rato cada uno, llegando al límite de los sabores. Iban apasibles desnudándose los tormentos, acompasándose los placeres, trasmutándose los deseos. "Yo quisiera..." dijo, pero de quereres se le habían poblado los ojos. Cuencas secas, regaladas a los antojos de las manos de aquél. Y, sin embargo, era la danza destinada a complacerlos. Un plural tan heterogéneo como unido. En la comunión desigual, igual, simultánea de sus latidos estaba la magia; "llenémoslo todo de silencios parlanchines" le replicó él. Giró y retomó el camino, hacia ese lugar que es principio y final.



......................................Ella floreció adormecida entre los abrazos contenidos, entre los suspiros furtivos, entre los sustantivos perdidos. Él se deshizo entre las mieles de una boca adoctrinada, entre los susurros y adioses repetidos, entre las ganas de sueños cumplidos.

· Lapsus ·

Otra vez pensaba en dejar de pensar. La tele reproducía imágenes sin brillo. El ruido no sólo interfería con sus pensamientos: el aire se llenaba de vibraciones imperceptibles e idénticas. Los instantes mutaban en años que se desprendían de la conciencia. Se acordó -en un lapsus de intimidad- de esos ojos oscuros, del resplandor de sus cinco sentidos en la piel de aquél que no podía nombrar. Después bendijo la lluvia que golpeaba en la ventana y la hacía entrar y salir de imágenes color sepia, a veces blanco y negro, y sólo excepcionalmente technicolor (sobre todo cuando aparecía frente a ella la inmensidad de su sonrisa). ¿Cuántos meses podían caber en 30 días? Tal vez la respuesta fuese: sólo un día. Ahora el sábado le parecía un momento remoto y en el medio un tramo de hojas secas y tardes de otoño. La sucesión de colores en su cabeza se violentaba al ritmo que la lluvia se volvía tormenta. ¿Acaso se podía resucitar en cada suspiro después de morir abrazando recuerdos? ¿Cuántos insomnios hacen falta para desaparecer las ganas? Un bostezo le trajo esperanza y disolvió el resto en un mate demasiado frío. Tal vez la irrealidad de conciliar el sueño podía dejar de ser una utopía. O tal vez todavía faltaran más cigarrillos y canciones.



Entonces volvían los ojos que miraban detrás de las máscaras,
las manos que desnudaban sus mentiras:

pasados latentes que tampoco podían dormir.
Pitó una vez más dejándose elevar por el humo,
se acomodó en la silla
y se resignó a que la noche estuviera de ojos abiertos.
En una esquina de tu boca me dejé estrellar.





Quiero besar nuevamente el espacio entre tu boca y tu nariz.
Quiero encontrarme en tus ojos a la hora menos pensada.
Quiero acurrucarme entre tu respiración entrecortada.
Quiero quererte.
Nada más.







Como me haces hablar en el silencio

Callar en tu silencio,
como si fuera un invento la magia.

Caer en las dicotomías del cuento
que ya no me ayuda a dormir...

Estremecerse con el susurro
que anuncia lo previsible.

Mentir a luz de una lamparita
que se quedó sin interruptor.

Ver cómo las caras se esfuman
entre el ruido de los recuerdos.





Como en la lista del supermercado, iba tachando posibilidades mientras miraba pasar ovejitas (negras) que la llevaran con Morfeo. Inutilmente trataría de contabilizar las luciérnagas que habitaban en su cama, ya sabía el resultado: UNA. (Lamparita que se quedó sin interruptor). Fantasía inmejorable, alegoría de su fragilidad. Y le llega el mediodía en plena oscuridad buscando las ganas entre la razón. Perdida entre las comas de una oración unimembre, se quedó dormida finalmente.

Un adiós de medianoche




















Habitamos esa atmósfera,
atravesamos lo grave de mi agudo.
Éramos hielos adornando cuellos,
resbalando lentos en gotas llenas de vida.
Acariciamos cielos,
mancos de tantas caricias,
sembrando nubes en firmamentos yermos.
Fuimos estrella fugaz,
diluidos en deseos ajenos.

Y concluimos en un para siempre
[inacabable agonía de los cuerpos]

que nos depositó en un ahora
demasiado finito como para despreciarlo.

Besando todas mis miserias
alteraste los polos de mi mirada
sellándolo todo con saliva,
que es la diosa de las almas.

Y llegó, otra vez, un final sin letras
que anidó cobarde en mi almohada,
que se derritió suave en mi boca,
que fue cómplice de todas tus sospechas.
Paralelas que se dieron cuenta
que el vacío entremedio es dulce si lo dejan.

Conectame

Otra vez lo incognoscible escurriéndose en tus pestañas. Y la mano asustadiza que desvía mi arrebato de felicidad. Tu mano asustadiza que desdibuja mi omnipotencia. Y yo que creía que tu boca era una extensión de mis ojos, que lo cóncavo de la línea labio combinaba con lo convexo de mis párpados. Sin embargo, tus manos. También las yemas de tus dedos. Aunque, esas cosquillas: sí, risa incontenible que puebla tus rodillas y trasmuta en vértigo en ese hueso de tu cadera. Entonces las palabras tan mortíferas como innecesariamente necesarias. Después exhalo, porque el silencio se hizo testigo. Mientras, tu mirada dibujando meridianos en estos territorios ambiguos.




Y entre las sombras de tu cuerpo hice mi nido.

··· 1 ···

Un silbido
De sílabas zigzagueantes
Que se pelean por anteponerse
Al destino sonoro que las enmarca.


Ritual pecaminoso
Lleva tu nombre,
Que lleva mucho más que tus letras…
Se lleva los ritmos acompasados

De tus ojos.

Significados móviles
Menudos y mundanos
Que encierran felicidades
Y vomitan sus fracasos putrefactos.

Abstracción de un empirismo inevitable…
Te llamo entre sonidos huecos
Que se quejan en mi garganta

Se materializa –ante mí–
Tu boca
Y decime si esto no lo vivimos ya
¿Acaso no estrellamos nuestras naves
Un diciembre?
Un diciembre borracho de lunas inquietas
Donde hicimos manifiestos inescrupulosos
Y nos volvimos hormigas que se fueron de juerga.

Sexo


Ella tan etérea que apabulla, tan sólida que marea, se le acerca. Él la mira de lejos sabiéndola temible, jugosa, carnal... puro espíritu. Dos cuerpos estrellándose estrepitósamente desparramando colores. Y las letras de una palabra que no se pronuncia, las letras de una palabra que se come. Los molares de una boca acariciada por una lengua, lengua que se relame en el néctar mismo de su placer. Y el dedo, junto con aquel oblicuo rayo inerte que tajea la piel, dibujan figuras -ya muertas- de un pasado atemporal, de un presente histórico. Dibujan, otorgan perdurabilidad al impaz sostenido en sol mayor. Sol revuelto en melazas de un cielo a la interperie Ella tan jugosa que ahoga los paladares Él tan impetuoso que arremete contra los mares. Un recorte de un cuerpo entremezclado con los restos de otro cuerpo bendito. Se pierde la importancia pero se gana en precisión. Sólo un recorte de un cuerpo sin importancia la precisión de ubicarlo en lo cóncavo de su convexo. Magia irrevente jugando a la escondida a la hora de la siesta.

.Desvariando.

Todos los días se sucedían entre los suspiros de su intelecto. Eran un continuo de ideas que se entremezclaban en colores y olores. Primeridades impregnadas en su nariz, en sus retinas, atravesadas entre los huesos y los músculos de su cuerpo. Un jaque mate a su razón. Razón no absoluta, no imparcial, no objetiva... una razón descaradamente pasional. ¿Acaso puede haber algún otro tipo de razón que la que se siente latir dentro?
Sin valor de cambio, todo el uso que poseía lo absorbió el tiempo. Alejado de los rieles que lo lleven por las vías de la rectitud, abandonado a los placeres de la cotidianeidad. ¿Virtud? No quiero hablar de Nieztche. No era un superhombre, pero mucho menos una infradotado fisiológico. Dos segundos sin tic tac y una cortada. Calle sin salida a la vida, se estrella contra la estación del tren fantasma que lo lleve a la cueva de Platón a encontrarse con sólo sombras.
Desvarío permanente de los que mucho abarcan pero poco aprietan, de mentes intelectualmente supérfluas que agonizan en mentiras. Mejor dame una pala que te armo un castillo, de naipes y ladrillo a la vista. Prefiero imperfecciones que raya al medio y tiradores. Empaparme en esta piara a vivir entre las rosas, que bastante espinas tienen.