· Lapsus ·

Otra vez pensaba en dejar de pensar. La tele reproducía imágenes sin brillo. El ruido no sólo interfería con sus pensamientos: el aire se llenaba de vibraciones imperceptibles e idénticas. Los instantes mutaban en años que se desprendían de la conciencia. Se acordó -en un lapsus de intimidad- de esos ojos oscuros, del resplandor de sus cinco sentidos en la piel de aquél que no podía nombrar. Después bendijo la lluvia que golpeaba en la ventana y la hacía entrar y salir de imágenes color sepia, a veces blanco y negro, y sólo excepcionalmente technicolor (sobre todo cuando aparecía frente a ella la inmensidad de su sonrisa). ¿Cuántos meses podían caber en 30 días? Tal vez la respuesta fuese: sólo un día. Ahora el sábado le parecía un momento remoto y en el medio un tramo de hojas secas y tardes de otoño. La sucesión de colores en su cabeza se violentaba al ritmo que la lluvia se volvía tormenta. ¿Acaso se podía resucitar en cada suspiro después de morir abrazando recuerdos? ¿Cuántos insomnios hacen falta para desaparecer las ganas? Un bostezo le trajo esperanza y disolvió el resto en un mate demasiado frío. Tal vez la irrealidad de conciliar el sueño podía dejar de ser una utopía. O tal vez todavía faltaran más cigarrillos y canciones.



Entonces volvían los ojos que miraban detrás de las máscaras,
las manos que desnudaban sus mentiras:

pasados latentes que tampoco podían dormir.
Pitó una vez más dejándose elevar por el humo,
se acomodó en la silla
y se resignó a que la noche estuviera de ojos abiertos.

1 comentario:

  1. Sólo me haces pensar en imágenes fotográficas que se distorsionan con la realidad... de un cuarto oscuro tapizado en primeros planos en escala de grises, y en esa respiración entrecortada que empañó el lente en esa última toma, la del recuerdo... ... ...

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