Uno más uno (II)

-No sé, no puedo. Creo que abandono las pistas.-
-¿Por? A veces pasa. No empieces con los traumas de mediodía.-
-Fatídicos insomnios de las tres y veinte de la tarde.-
-Uf, ahora entiendo por qué colgar los guantes.-
-¿Ves? Y eso que todavía no intenté uno de corrido.-
-¿Te llamó? Dijo que te tocaba después de este que salió.-
-No, dijo otro nombre. Estoy cada día más lingüista, soy un asco.-
-Es un fetiche raro el tuyo. Seguro que sos de las que les gusta que le hablen cuando se la garchan.-
-Obvio. Me seduce una frase mucho más que una pija.-
-Ni en pedo. Que se calle y labure, prefiero el mudismo.-
-Para eso voy a ver un show de mimos que garchan.-
-Sería buenísimo, ¿existirá?-
-No sé, pero podemos averiguar.-
-Dale y vamos. Vos sos la que conoce esos antros donde pueden pasar estas cosas.-
-Te toca, dale. Yo llamo a mi amigo, seguro que nos tira una data.-


Alucinaciones de madrugada. Border, otra vez. Síndrome de personalidades múltiples que juega a ser vampiro. Y yo sin un sólo diente de ajo para defenderme. Embestidas que me arrancan de este estado de anestesia localizada, de esta artritis sofocante, de este limbo oscurecido.

Morfeo juega a las escondidas y Cerbero mueve la cola desde el inframundo esperando que me distraiga. Tic-tac, tic-tac. Pasan segundos que nacieron muertos. La eternidad puede ser demasiado efímera.

Entonces ella dijo, yo dije, él replicó... Era demasiado tarde para entender que estaba todo en mi cabeza. Los espejismos pueden ser demasiado reales si andás buscando un oasis. Y las incoherencias abundan entre mis fronteras, permeables compuertas que amalgaman yoes insatisfechos. Les abren las puertas para ir a jugar.


The neverending story y me quedé sin comer perdices.