.Desvariando.

Todos los días se sucedían entre los suspiros de su intelecto. Eran un continuo de ideas que se entremezclaban en colores y olores. Primeridades impregnadas en su nariz, en sus retinas, atravesadas entre los huesos y los músculos de su cuerpo. Un jaque mate a su razón. Razón no absoluta, no imparcial, no objetiva... una razón descaradamente pasional. ¿Acaso puede haber algún otro tipo de razón que la que se siente latir dentro?
Sin valor de cambio, todo el uso que poseía lo absorbió el tiempo. Alejado de los rieles que lo lleven por las vías de la rectitud, abandonado a los placeres de la cotidianeidad. ¿Virtud? No quiero hablar de Nieztche. No era un superhombre, pero mucho menos una infradotado fisiológico. Dos segundos sin tic tac y una cortada. Calle sin salida a la vida, se estrella contra la estación del tren fantasma que lo lleve a la cueva de Platón a encontrarse con sólo sombras.
Desvarío permanente de los que mucho abarcan pero poco aprietan, de mentes intelectualmente supérfluas que agonizan en mentiras. Mejor dame una pala que te armo un castillo, de naipes y ladrillo a la vista. Prefiero imperfecciones que raya al medio y tiradores. Empaparme en esta piara a vivir entre las rosas, que bastante espinas tienen.

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